Marcando el compás

Marcando el compás


Para que el alumno llegue a enamorarse del cante, es imprescindible que lo viva. La sesión, el taller, el aula de Flamenco debe ser dinámico. El alumno no debe limitarse a atender pasivamente una explicación o a escuchar un disco; debe participar de alguna manera. Cada uno en la medida de sus habilidades, de su interés. Así podrán contagiarse unos a otros y la participación del grupo será cada vez mayor. Pero ¿cómo podemos lograr que nuestros alumnos participen?, ¿qué pueden hacer para participar?. Primero, tocar las palmas, marcar el compás. Después, cantar a coro. Y no os extrañe que un buen día algún alumno se arranque y se haga un cantecito él solo. A primera vista, esto puede parecer poco menos que irrealizable; pero no es tan difícil como pueda creerse. Basta con dar los pasos precisos en un orden adecuado. Habrá, eso sí, que enseñarles a llevar el compás y es posible que especialmente si comenzamos con alumnos de los primeros cursos de Primaria, haya que enseñarle a alguno a tocar las palmas. No olvidemos que a esas edades hay que desarrollar la psicomotricidad del niño, y ¿por qué no hacerlo en la sesión de Flamenco?. El vehículo para lograr la participación, será, pues, el ritmo, el compás de los cantes que les vayamos presentando. Ese es uno de los objetivos de este trabajo: orientar a nuestros enseñantes para que de una forma sencilla puedan enseñar a sus alumnos a marcar el compás con los nudillos sobre sus pupitres, a tocar las palmas, a cantar a coro. Si conseguimos que cada niño llegue a asimilar, a interiorizar el compás de los cantes básicos, nos podremos dar por satisfechos. Y si no, también. Porque, en definitiva, de lo que se trata no es de formar cantaores ni palmeros, sino de que el niño viva de alguna manera el cante, de que participe, y sobre todo de que llegue a apreciar y a amar este arte tan genuinamente andaluz. Y si logramos esto, ¿qué más podemos pedir?. Esta es la idea que nos mueve al escribir estas páginas: contribuir a que nuestra juventud conozca y valore algo suyo. Así, al menos, la música y el aliento flamenco no perecerán ahogados por la guitarra eléctrica y los ritmos foráneos.