Introducción
Los procesos de jerarquización del saber se producen en nuestro sistema educativo y social a través de mecanismos poco conocidos dándole a la cultura impresa más valor que a la oral, mayor apoyo a la cultura producida y defendida por las élites del poder que a las materias clásicas, sociales o humanísticas. En la escuela, la división curricular de las diferentes materias y disciplinas ha surgido bajo la creencia esencialista de que en el contacto directo del alumnado con las asignaturas, por sí mismo y sólo con ellas, se producía el conocimiento válido. Al mismo tiempo se han mantenido actitudes románticas en la manera de entender el conocimiento vulgar y la cultura popular y sus manifestaciones, es un debate producido al margen del conocimiento académico o escolar. O, incluso, se ha caído en el más cerril etnocentrismo, comprensión del folklore o cultura popular auténtica como originaria, únicamente producida sólo en y desde la propia comunidad local o nacional.
Históricamente, las experiencias renovadoras han pretendido romper esta desconexión entre saberes y esta jerarquización persistente. En algunos casos algunas experiencias han fortalecido la antigua tradición. Hoy en las propuestas curriculares de la reforma se reconoce la realidad cultural cotidiana como objeto y medio de estudio, la reflexión social contextualizada tomando nuestras condiciones cotidianas como contenido del trabajo escolar. La propuesta de la interdisciplinariedad en el periodo prereformista y la actual regulación de la trasversalidad de las materias vuelven a la carga. Es un buen momento para enriquecer las propuestas considerando la cultura popular como un eje fundamental de estudio y trabajo académico a través de áreas como Ciencias Sociales, Geografía e Historia, Lengua y Literatura, Educación Musical o Patrimonio Andaluz. La opción de la teoría del aprendizaje constructivista en la propuesta de reforma, considerada en su aportación más sencilla, exige tomar las ideas previas, las propias comprensiones y convicciones de la comunidad como base sobre la que estructurar, reconsiderar o reconstruir el conocimiento de los fenómenos naturales, físicos, sociales, económicos o culturales propios y ajenos. Todo lo cual nos permite dar a la escuela y a todo el sistema escolar su función más dinámica para colaborar en la producción y divulgación del conocimiento sobre nuestra realidad y nuestro propios problemas, que de ninguna manera están desligados del resto de las comunidades.
Junto a lo anterior se continúa y amplía en la actualidad sociocultural, en los países de nuestro entorno, la búsqueda de la propia identidad: ¿quiénes somos y qué conocimientos hemos producido culturalmente en contacto con otros?, ¿tenemos cultura propia?, ¿qué cultura o culturas podemos identificar hoy que se han construido históricamente?, ¿se producen culturas diferentes en los distintos espacios de la estructura social?, ¿cómo evoluciona, y en qué condiciones lo hace, la cultura de nuestra comunidad?, ¿qué contenidos debemos seleccionar de nuestra cultura?
Artesanía popular. |
Se requiere una revisión de las actitudes que hemos mantenido ante la existencia de la cultura popular en tanto en cuanto esta cultura ha sido despreciada o desconsiderada desde la posición de la cultura dominante de élites. Esta revisión debe rescatar el valor autónomo de dicha cultura a la vez que replantear los contenidos que impiden la independencia de pensamiento y el conocimiento valioso socialmente. Del mismo modo, será necesario recoger el conocimiento relevante producido en otras culturas más autónomas.