Actitudes didácticas

Dos actitudes didácticas diferentes  mantenidas ante los contenidos utilizados y producidos en las comunidades concretas


 

Se puede comprobar en la práctica escolar dos actitudes didácticas diferentes que tienen relación con las formas en que se han tratado estos temas y que pueden ayudar a pensar y evitar errores tradicionales.

a) Actitud que podríamos llamar didáctica paternalista, legitimista o tradicional sobre la cultura popular [GRlGNON, C. (1988) La escuela y las culturas populares. En Archipiélago, Nº 6, pp. 15-19. Es el artículo que sirve de base para esta clasificación y que es una sugerente descripción de actitudes didácticas ante el tema que estamos abordando aquí.]. Es decir, se trata de partir de la creencia de que el saber de los niños y de sus familias, su cultura, es ignorante y causa del fracaso escolar y hay que "convertirlos" en ciudadanos ejemplares en la perspectiva de un modelo más o menos standard o ideal, que ha de desenvolverse en una sociedad competitiva y meritocrática por lo que es necesario estudiar y pasar los exámenes.

Estas convicciones tienen el problema de producir una jerarquización de culturas sociales ante la cultura culta de las clases dominantes y aliviar los handicaps culturales que pesan sobre los niños. Es una pedagogía voluntarista que pretende promocionar socialmente al alumno/a. Pero, hay que tener una clara conciencia de las limitaciones de esta actitud que pretende liquidarse las culturas rurales, marginales, minoritarias o simplemente populares por la ausencia de buenos modales, falta de gusto, "errores" en las formas de hablar. Según esta actitud, se refuerza mucho a aquellos alumnos que pasan, obtienen beca o aprueban. La cultura de la calle, los valores que defienden ciertos grupos son desconocidos por el profesorado por lo cual la cultura origen del alumnado es incomprendida y se entiende como la causa del fracaso escolar. El profesorado asume la teoría del "déficit" o del "handicap" que es creer que los alumnos que viven en medios desfavorecidos, no tienen las habilidades y destrezas adecuadas para aprender [El debate entre Berstein y Lavov es bastante sugerente al respecto.], se imputan los fracasos a los deficits personales, a la insuficiencia de conocimientos e incapacidad de desarrollar la cultura legítima que se le presenta en la escuela y por lo tanto tienen más dificultades.

Por otra parte, al profesorado nadie le enseña a descifrar o reconocer las habilidades reales de la cultura popular, no cuentan con estudios o informaciones sobre el asunto. En el sistema educativo se considera natural que sólo una parte del alumnado sea becario, triunfe o se adapte a este sistema impuesto en la cultura escolar proviniente de una ideología pequeño-burguesa de clase media. Le pedimos a los alumnos y alumnas que rompan con la cultura de origen y acepten ciegamente la cultura escolar, la que nosotros impartimos.

Como podemos apreciar la cultura escolar se considera como la legítima, la única reconocida frente a la "incultura reinante" en el contexto sociocultural del alumno. De manera que se establece una relación entre dos culturas de colonización en desfavor de la cultura considerada como no cultural, ilegítima, ignorante. Esto se produce en medio de una jerarquización difícilmente visible de las diversas culturas en la que se venden las culturas científicas, académicas, dominantes y de élite frente, y contra, las populares, no escritas, espontáneas.

La escuela en tanto que institución de conservación cultural está abocada a hacer suyo el prejuicio aristocrático según el cual la actividad intelectual es un ocio reservado a aquellos que no están obligados a trabajar. Valora las formas de cultura más alejadas de los valores populares, la llamada cultura general, los saberes desinteresados, la relación distante y diletante con la cultura, el consumo cultural ostentoso; y desvaloriza como "poco utilitarios" los saberes útiles. la cultura técnica, la cultura ligada a los oficios, y al aprendizaje, es decir, las formas de culturas más afines al ethos popular del trabajo, ligadas a determinadas nociones populares que son las mejor adaptadas al proyecto de inserción profesional de los alumnos provinientes de los medios desfavorecidos.

b) Actitud comprensiva ante la diversidad cultural y actitud no populista. La escuela no tiene por qué ser hostil y despectiva ante la cultura desarrollada en los ambientes del alumnado. Tiene en cuenta la existencia de otras culturas y la autonomía simbólica de las culturas dominadas. El peligro es esa fetichización de la pretendida "identidad popular" que la hacemos como profesores desde la clase media, llegando incluso a proteger una cultura en sus guettos o reservas olvidando sus propias representaciones [Lo que en nuestro país algunos han defendido para la población gitana.]. La trampa del populismo consiste en negar a las clases populares la autonomía que generosamente parecía "concedérseles" en principio. La escuela tiene un gran poder y puede dictaminar así lo que vale o aquellos otros que no lo tienen, puede decidir dónde hay creatividad y riqueza cultural, puede sobrevalorar o reducir las expresiones en función de valores propios de la propia cultura académica. En cualquier caso, sabemos que la escuela como institución tradicionalmente privilegia las formas de la cultura culta. La función escolar aquí debiera estar en proporcionar la capacidad de abstracción, la capacidad de autoidentificación del alumnado y profesorado en un contexto multicultural. Reconocer la existencia de culturas diferentes, dominantes y dominadas, y sus formas hegemónicas o no.

Como se desprende de la artificial pero esclarecedora clasificación, nuestras sugerencias se orientan por este segundo tipo de pedagogía, reconociendo que, incluso esta misma clasificación y caracterización, puede ser objeto de estudio conjunto por parte de alumnado y profesorado aplicándolo, por ejemplo, a las propias actividades culturales de nuestra comunidad o a la política local cultural de nuestras instituciones.